miércoles, 9 de abril de 2014

Ya he perdido la cuenta.

Se me está yendo de las manos. Me prometí que nunca más volvería a caer en la misma piedra.
El problema es que ya no sé qué piedra es. He esquivado una y me he chocado con la siguiente por no mirar por donde pisaba y por olvidar el camino. 
Y ahora no puedo levantarme. 
Pero no quiero mentirme otra vez. No quiero volver a autoconvencerme. No otra vez. Es como luchar conmigo misma. Todo el tiempo. Como si fuéramos muchas Yos y todas intentaran gritar más alto para ser escuchadas y ganar la discusión.
La Yo que quiere autoconvencerme. Que quiere que piense lo correcto, que deje de sentir, que olvide.
La Yo que me recuerda cada minuto lo que hago mal. Todo lo que soy y no querría ser y lo que no soy y nunca seré.
La Yo que grita que todo le importa una mierda. Que solo quiere que se callen todas ya para poder dormir.
La Yo que dice que todo va a salir bien pase lo que pase, que no es para tanto, que siempre puedo estar peor. Que no es justo molestar a los demás por mi, que puedo sola.
La Yo cabreada. Que odia a todos. Que odia a las otras Yo's. Que se odia a sí misma.
La Yo del grupo, la que solo mira por el bien de todos olvidando el suyo. La que intenta desesperadamente encontrar cualquier solución que no afecte a los demás.
La Yo que intenta calmarse y hacer bien las cosas. Que quiere seguir luchando, seguir intentándolo, seguir esperando.
La Yo que solo quiere llorar y gritar pero a la que las demás no dejan espacio para salir.
Y luego estoy Yo. La que intenta juntarnos a todas en una sola y asimilar lo que decimos sin parar.
Sí. La que parece que se está volviendo loca. La que se siente sola. Perdida. Con demasiado silencio y a la vez demasiado ruido.